viernes, 6 de julio de 2012

Instrucción notoria





Ayer volví a sorprenderme. En medio de una crisis institucional, los diputados aprobaron una medida que permite obviar la lectura de cifras presupuestarias durante las plenarias.

Tengo 10 años de frecuentar casi a diario a diputados de todos los partidos políticos y hay casos de casos. Los resumo así: están los ambiciosos que aparentan decencia; están los que literalmente no saben leer ni escribir, estos son los que nunca nadie les conoce el nombre; están los que solo repiten lo que oyen de sus jefes, estos son la mayoría, los de rebaño… y también están los que se esconden en su traje y corbata para enriquecerse, ese el caso preocupante y que a nadie adentro del pleno parece preocuparle.

Un ejemplo: entre la comisión que entrevistó a los candidatos a Fiscal General de la República estaba un señor que lee como niño de cuatro años y a duras penas sabe escribir –diputado-, un señor capturado e investigado por violación y tráfico de personas-diputado-, un respetado y temido político en el mundo del crimen –diputado- y… Roberto Lorenanza, del FMLN.

La constitución establece que para ser diputado es requisito poseer instrucción notoria. Para probar su instrucción notoria, los candidatos presentan una especie de ‘finiquito moral’ equivalente a no tener cuota alimentaria pendiente, no haber sido condenados por violencia intrafamiliar y su DUI y su NIT.

Instrucción notoria significa saber leer y escribir, como mínimo. Yo creo que en la clase política salvadoreña es costumbre cumplir con los mínimos y conformarse.

Instrucción notoria significa tener una educación formal por encima de la media. Significa ser un ciudadano sobresaliente, creo yo. En los últimos meses circularon dos vídeos de dos diputados, uno del PES y otro de CN, en los que era evidente su dificultad para enfrentarse a un texto escrito. Por decirlo de modo amable: una falta de entendimiento notoria para reconocer letras que forman palabras y que arman oraciones…

Otro requisito ignorado es patrimonial. En un país serio, muchos de nuestros legisladores se verían en aprietos para probar o fundamentar la forma en que obtuvieron su patrimonio. Se llama enriquecimiento ilícito. La ley de enriquecimiento ilícito de este país es de las más viejas y está casi intacta, nadie la usa. Los diputados prefieren pagar una multa, acto muy legal, pero injusto, en lugar de rendir informe de sus bienes y cuentas.

¿Qué es más preocupante? ¿Por qué los políticos no se preocupan más por investigar la probidad y calidad moral del pleno? ¿Por qué no se preguntan de donde sale el dinero que paga mucho de los lujos que ostentan muchos diputados? ¿Por qué no se preocupan por limpiar la casa?

La esperanza está mezclada entre los ambiciosos y los ignorantes, entre ellos hay un discreto y no tan reducido grupo de diputados honestos y de principios, pero temerosos de disentir. En todos los partidos

jueves, 5 de julio de 2012

Las leguleyadas

Archivo de El Faro: El hombre que ya no vio el poder


Anoche, una de las más respetadas diputadas del FMLN, Norma Guevara, repetía en la televisión una hilera de justificaciones legales para sustentar sus acciones contra la Sala de lo Constitucional. Sus argumentos legalistas me recordaron de una vez en que Schafik Hándal se enojó conmigo porque le dije que los periodistas debíamos ser equilibrados.


-¡No podés ser equilibrado! No se puede ser balanceado, tenés que estar de parte de lo justo. ¡Tomar partido!, me dijo en el tono regañón que usaba para disentir.

-Pero hay matices, un periodista debe matizar. Cuestión de método, le dije.

-¡Son leguleyadas!, insistió.

Tiempo después, tras una larga entrevista en la que justificó las bonanzas del Alba, Hándal demoró más de una hora en tratar de convencerme de lo siguiente: siempre hay que diferenciar entre lo legal y justo.

Ayer volví a recordar esa conversación. Creo que lo que la diputada Guevara defendía era legal, pero no justo. Defender un decreto dedicado expresamente a una persona –Berlamino Jaime-,  firmado y aprobado en menos de 24 horas, es cuánto menos una leguleyada.  Sin embargo, el caso de la diputada Guevara es de los menos graves. Ella defiende su verdad y creo que ella piensa con todas sus fuerzas que los magistrados de la Sala de lo Constitucional son de derecha. Ese bando al que siempre enfila su artillería un comunista que se precie de serlo.

Yo creo que el problema no es de izquierdas y derechas. El problema serio, creo yo, está en el pleno, entre  los colegas de la diputada Guevara.  Entre esos diputados que saben distinguir lo legal de lo justo, pero se quedan defendiendo leguleyadas.

miércoles, 4 de julio de 2012

El primer Post




Los textos tienen una voz, una especie de alma que da personalidad a lo que escribimos. Hay  voces gritonas, burlonas, suaves, irónicas, doctas, chillantes, rabiosas, arrulladoras…  

La voz de mis textos periodísticos, dice alguna gente, es bravucona, la de un señor muy viejo y enojado con el mundo.  No soy viejo, ni me siento así. Tampoco estoy enojado con el mundo, estoy enojado con las personas que gobiernan el país. 

Escribo esto por una idea que me ha metido una persona, el papá de uno de los fundadores de El Faro, un señor que lee mucho y sabe mucho de voces y periodistas.  Cada cierto tiempo me lo dice: sos jodido, no seás tan bravo.   Eso que me dice me gusta y me asusta.

Estoy aprendiendo a tener más de 30 años y me cuesta alejarme de ese tiempo en que uno siente que puede cambiar el mundo.  Yo no quiero cambiar al mundo, quiero que la gente se dé cuenta que los que nos gobiernas están llenos de voces huecas, de mentiras fáciles, de palabras que ya no valen nada.

Por eso escribo estas líneas. Porque hay días de furiosa indignación. Siempre que me entero de  acciones espeluznantes, no puedo contarlas, no puedo probarlas.  Confieso que cuando estoy colmado de indignación, muchas de las  bravuconadas salpican muchos de mis textos.  ¿Por qué este preludio?

En las últimas plenarias de este año he sido testigo de mentiras fáciles, de estafas…  Por eso decidí escribir un blog, una especie de descarga, un recipiente virtual e inútil de la impotencia.  La impotencia es la falta de poder para hacer algo

Voy frecuentemente a la Asamblea Legislativa, uno de los escenarios políticos inundados de poder, prepotencia, ignorancia y crueldad.  Esa combinación de personajes crueles, ignorantes y poderosos hacen de este país lo que es. Sobre lo que veo, oigo y pienso escribiré en mi blog.